12.12.06

Alas Negras

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El presente fue escrito por Gloria y por "Panda" un día por el simple hecho de descargar sus penas en un cuento tipo "cadáveres exquisitos" con un toque de Laura Sevilla y surrealismo en su gestación.





Ximena, como buena xenófoba, estaba atada a su xilófono de xenón, adornado con bellas xerófitas a su alrededor. Y sin embargo con su hermosa sonrisa, que se perdía en la brisa, ahí en la cornisa del mundo sentía como si fuera la ultima misa, en la que su camisa se encontraba llena se sangre y ella yacía muerta en Ibiza. Me acordé de Zabdi, en el zarandeo aquél que con azotes me recibía., y me sentí de pronto cual zorro atorado en una zanja. Solo recordaba mi zapato apuntaba hacia la salida parecía inalcanzable. Le había tomado cariño a Ximena, no como a una amante, sino como a un niño que con su armiño, que adora el aroma de su corpiño.
Cual diosa griega, Electra, penetra en mi mente, como Cleopatra sedujo a César. No hay letra pueda ser escrita para definir su belleza, otra llamarada de amor llega con una fuerza de ultra poder a mi corazón. Ximena se vio al espejo, se vio en la oscuridad con su botella de ajenjo en las manos. Ahí inició el cortejo de las almas y el viejo recuerdo del amor había aparecido cual conejo debajo del sombrero del gran mago que es el destino. Si, el destino que marcó entonces mi camino, embriagante como el vino, tan dulce como el agua de pepino. Me indicó mi conversión a rabino; yo, vestido de lino, mientras los pájaros susurraban a mi oído su dulce trino, yo pensaba en mi padrino. Y testarudo me di cuenta de que tanto tiempo había invertido, no pude controlar mi temperamento, tomé todo lo que quedaba del tabaco e, ignorando el dolor sentía en el tímpano, huí del lugar. Corrí como jamás lo había hecho, cuando de la nada la puerta que se encontraba frente a mí se cerró de golpe; quedé atrapado en la oscuridad. Y las almas comenzaron a llamar a la luna, entraban y salían de mi cabeza, la luz se encendió y de pronto me vi rodeado de miles de fantasmas amenazaban con hacerme recordar todo lo bello y hermoso había sido el pasado.
Uno a uno me mostraban a Ximena, mis recuerdos llegaban por fin, descubrí que definitivamente Ximena no era humana, y por sobre todo que había sido una farsa su amor. Sentí un profundo vacío que lastimaba mi alma sin cesar. La luz se extinguía poco a poco. Y poco a poco mis esperanzas también morían, una a una, Ximena me observaba con indiferente mirada, hiriéndome en lo más profundo de mí ser; aunque consciente estaba que mis sentimientos también habían cambiado ahora sentía repugnancia por todo, inclusive por mí mismo, por la vida, por este lugar, y aunque no lo creía sentía odio por ella. Ya nada tenía sentido, sólo quería alejarme del mundo y sumirme en mis penas, llorar lo suficiente, sentir el dolor quemando mi piel para morir, para abandonarme a la tristeza. Supe entonces, que había muerto, sin más, hundido en un mar de lágrimas y en un océano de soledad. No sentía mi cuerpo, sólo azotaba en mi rostro un viento que parecía no tener origen; me encontraba perdido en la nada, esperando quizá perder la razón y olvidar todo. Fue entonces cuando fui arrancado de aquel limbo en el cual me embriagaba. Alguien me levantaba en el aire y susurraba algo que al principio parecía no tener sentido, pero que poco después comprendí. Era Ximena diciéndome que me amaba. Era ella diciéndome que moría. Cuando desperté y volví a la cruda y vil realidad comprendí que su cuerpo yacía a mi lado. Ambos estábamos al borde de un peñasco, desde donde la puesta de sol era aterradoramente hermosa tanto como ella. ¡Ximena! ¡Ximena! Grité, pero ningún sonido emano de mi boca me percaté de que mis lágrimas rodaban por mis mejillas hasta caer sobre su pecho. Me recosté sobre ella y sentí cómo me era arrancada el alma. Ella no respondía, la impotencia me dominaba y su cuerpo se esfumó, como las hojas al viento, como el agua en la arena. No sé si Ximena fue real. Todo parecía ser un sueño del cual aún no despertaba del todo. ¿Despertar? Supongo que no quería hacerlo, quería seguir en ese mundo donde Ximena iluminaba mis noches. Pero ella ya no existía, tan sólo me quedaba el sabor de sus labios y el olor de su piel, el perfume de sus cabellos, el marrón de sus ojos y su mente, imbatible. Cerré los ojos y evoqué su imagen, su sonrisa, su figura. Sí, era perfecta, pero se había ido y no regresaría, tal vez lo haría cuando el viento bajara de las montañas nevadas, cuando el río corriera de nuevo por los bosques, cuando mi sangre comenzara de nuevo a correr. Pero en ese momento no podía moverme, no podía respirar vivir dolía demasiado sin ella.

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