8.12.08

Sal y Ciano

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Me acuerdo de las clases de educación física. No podía brincar como los demás, corría más lento que todos, lanzaba la jabalina a una distancia mucho menor que la mayoría. En verdad no me importaba, era una de esas cosas en las que me determiné a no ser jamás bueno.
Un día el profesor, un hombre entonces temible ahora idiota, me reprendió por mi mediocre técnica de lanzar la jabalina. Ese día fue un día terrible. Aquellos problemáticos, grandes y fuertes encontraban su pesera y me brincaban como obstáculo en la pista. Recuerdo cuando el profesor elegía a una chica del salón, comúnmente la más atractiva, y la convertía en la detentadora exclusiva de "la lista"; ese reconocimiento, por añadidura, aseguraba a la chica en cuestión notas máximas. Imagino que nunca tuve posibilidad de entrar a alguno de los grupos antes mencionados. Ese año, volvía reprobar Educación Física.

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